Exposición de arte de Roberto Benitez en el IMAC Xalapa

Roberto Benítez Robles, Entre colores, sabores y ternura

La obra representa una escena costumbrista típica de Xalapa, Veracruz, en la que
se puede apreciar una convivencia entre hombres y mujeres vestidos con trajes
tradicionales de la región. El ambiente evoca un mercado local, rodeado de frutas,
dulces y artesanías, elementos característicos de la cultura veracruzana.

En el centro de la composición, destacan mujeres vestidas con blusas bordadas y
colores vivos, símbolos de la tradición indígena y mestiza que salta a nuestra vista
gracias al sincretismo que se dio en la época virreinal de la Nueva España (XVI-
XIX). Los hombres, por su parte, portan sombreros y camisas blancas, una
indumentaria propia del campo, así como también son una muestra de la herencia
ancestral que envuelve al bordado y los textiles. El colorido de los trajes, las
expresiones de los personajes junto a las flores transmiten un ambiente festivo y
relajado.

Dirigiendo la mirada al segundo plano, al fondo se encuentra una iglesia bordeada
de vegetación que son representativos de la arquitectura y el paisaje xalapeño.

Este fondo no solo sitúa la escena en dicho lugar, sino que de igual forma añade
profundidad a la composición; la iglesia en particular es un punto de referencia
cultural y espiritual, mostrando la influencia de la religión en la vida cotidiana de

Los elementos de la naturaleza muerta en primer plano, como las frutas, el agua de
sabores y los productos típicos, enriquecen la escena con detalles que resaltan la

abundancia y diversidad de productos locales que están contenidos por medio de
cestas, las cuales han sido un elemento importante de manufactura indígena para
guardar alimento, elemento que llegaban a ocupar los buhoneros, por dar un caso,
puesto que varios oficios relacionados con el mercado también hacían uso de la
cestería. Mientras que la presencia de juguetes tradicionales en la parte inferior de
la obra añade un toque de nostalgia al retomar la infancia, asimismo nos lleva a un
ejercicio de reflexión hacia el pasado y refuerza la identidad cultural de Veracruz.

En términos de técnica, la obra muestra un manejo detallado de la luz y los colores,
donde se utiliza una gama cálida para destacar el calor cromático del clima, así
como la simpatía con la que las personas de Xalapa están siendo representadas. La
paleta de colores vivos hace que los elementos resalten, invitando al espectador a
explorar todos los detalles, ya que cada uno te inspira a ver el siguiente que lo
compone y así formar una atmósfera tenue recubierta de olores frutales junto a un
celaje en tonalidad avioletada.

El trazo es fino y detallado, lo cual sugiere que el artista se ha enfocado en capturar
la esencia de cada objeto; este tipo de técnica de pincelada precisa es propia de un
estilo realista, orientado a la representación fiel y detallada de la realidad, aunque
con cierto toque idealizado que potencia la escena al brindarnos una obra pictórica
que va más allá de que lo que se ve en primera instancia, dado que está cargada
con memoria, recuerdo y sensibilidad en lo que se plasma dentro del lienzo. En
base a mi experiencia en historia del arte, noto la calidad de los rasgos particulares
de la marca artística con la que se está trabajando; además de apreciar el mensaje
que el artista quiere reflejar con cada trazo.

En conclusión, esta obra es una celebración visual de la vida y tradiciones
xalapeñas. A través de una composición equilibrada y llena de simbolismo, donde
se captura la esencia de la cultura local y se rinde homenaje a los elementos que
constituyen la identidad veracruzana como lo es el mercado.

Esto se demuestra a partir de los muñecos de trapo que se encuentran dentro del
primer plano haciendo referencia a los trajes y música propia del estado; así mismo
de forma sutil nos remite a su sello personal ya que el artista Roberto Benítez

Robles elabora un trabajo especial con sus piezas costumbristas y bodegones
dejando que nos adentremos en su visión familiar, regional e idealista sin perder de
vista los juegos folclóricos que nos remontan a nuestro imaginario colectivo de
tradiciones.

Autoría: Ana Cristina Varela De La Llave

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